Cada fin de año que pasa nos enteramos de cómo fue la temperatura del planeta: si hubo un aumento, si se mantuvo en los mismos valores o si superó al anterior. Lo cierto es que en este último tiempo el tema ha empezado a cobrar importancia por los efectos que este aumento genera en nuestro ambiente. Los estudiosos de la ciencia del cambio climático han podido comprobar que más allá de tratarse de ciclos naturales propios de la Tierra hay una clara consecuencia por la intervención de las actividades del hombre. (ver https://climate.nasa.gov/evidencia/ )
«La evidencia científica sobre el calentamiento del sistema climático es inequívoca»
(Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático)
¿Cómo es que se produce este aumento de temperaturas? en parte por las millones de toneladas de gases de efecto invernadero liberadas que quedan atrapadas por la atmósfera. ¿Es posible revertir el daño? es muy probable que no, pero sí podemos limitarlo, de hecho se ha fijado un plazo: según la ONU, las emisiones netas mundiales de CO2 de origen humano tendrían que reducirse en un 45% para 2030 con respecto a los niveles de 2010, y seguir disminuyendo hasta alcanzar el «cero neto» aproximadamente en 2050.
Tendemos a pensar en fábricas y automóviles como los protagonistas de la contaminación ambiental y no nos detenemos a analizar el impacto generado desde nuestra propia casa. El sector de los edificios y la industria de la construcción son los responsables del 30% de las emisiones, es decir, que importa no sólo el tipo de materiales que elegimos para construir nuestra casa (la producción de algunos es más o menos contaminante que otros), sino también cuánta energía utilicemos luego durante la etapa de uso.
Para generar la energía eléctrica que consumimos todos los días se liberan toneladas de CO2 al ambiente, la cual utilizamos no sólo para iluminar nuestros espacios, sino también para refrigerar o calefaccionarlos.
El hecho de cuánta energía utilicemos está directamente relacionado con el diseño de nuestra vivienda. Algunas de las preguntas que podemos hacernos para empezar a tomar acción al respecto son las siguientes:
- ¿Los materiales con los que está construida mi casa son eficientes? algunos dejan pasar más calor que otros, y esto incide directamente en el consumo energético. Elegir el material de construcción adecuado para nuestro clima es clave.
- ¿La orientación predominante es la más favorable? En el hemisferio sur los espacios orientados hacia el norte son los que proveen el mayor confort interior, ya que garantiza mayor cantidad de horas de sol en invierno y las limita en verano. Si vamos a construir o comprar una casa es fundamental tenerlo en cuenta. Si la casa no tiene una orientación favorable existen alternativas para optimizarla.
- ¿En invierno me cuesta mucho calefaccionarla? y en verano necesito del aire acondicionado apenas comienza a hacer calor? cuántas horas por día, semanas y meses prendemos el aire acondicionado es un llamado de atención, un indicio de una oportunidad de mejora. En nuestra vivienda actual y a veces con mínimos recursos podemos lograrlo.
Todas estas preguntas son el puntapié inicial y nos conducen a indagar sobre alternativas para disminuir el consumo, y por ende, colaborar con la reducción de emisiones, por nosotros, las futuras generaciones y nuestro planeta.